PUNTO DE LECTURA (VI): "El Señor de las Moscas"

20 enero, 2008

Se trata de la obra más emblemática de William Golding (1911-1993), autor que estuvo obsesionado con el tema de la maldad inherente al ser humano. De hecho, éste es el principal asunto del libro que nos ocupa, si bien Golding siempre deja una puerta abierta a la cordura y al civismo con personajes como Piggy y, en menor medida, Ralph, aunque éstos representan una exigua minoría racionalista frente al resto de los casi enloquecidos protagonistas de la historia.

El Señor de las Moscas trata de las vicisitudes que atraviesa un grupo de niños que sobrevive a un accidente aéreo en una isla desierta. Tras unos comienzos alentadores, en los que los chavales se las prometen muy felices en la paradisíaca isla, las cosas van cambiando poco a poco hasta desembocar en una paranoia colectiva que provocará que aflore un salvajismo que tendrá fatales consecuencias.

En realidad, en este libro lo único esencial son los personajes: los detalles de la llegada de los niños, su número y edades, etc. quedan en una nebulosa que el autor prefiere dejar sin despejar. Ni siquiera sabemos cómo fue el accidente del avión exactamente: sospechamos que fue derribado por "el enemigo", y por una referencia solitaria intuimos que ese enemigo son "los rojos". Eso nos lleva a preguntarnos qué conflicto es el que se está desarrollando en esa parte del mundo (que, por otra parte, hemos de suponer que es algún lugar situado en el Pacífico), aunque evidentemente es una mera ficción en la que Golding no ahonda. Por otra parte, cabe preguntarse qué fue del avión en sí, ya que en la isla no aparecen restos del fuselaje, ni el mar trae despojos del desastre. En este mismo sentido, los niños van apareciendo como salidos de la nada, lo que no es nada lógico sabiendo que iban todos juntos en la misma aeronave. En cualquier caso, estos detalles son nimios, porque tanto la llegada como el escenario son un pretexto para desarrollar el drama que se avecina al no figurar ni un sólo adulto entre los supervivientes.

(Advierto que a continuación se desvelan contenidos de la trama, así que si no has leído el libro, no sigas adelante) Como ya he dicho, al principio los niños se desenvuelven bastante bien, ya que no carecen ni de agua ni de alimento gracias a unos árboles frutales aparentemente inagotables. Los problemas comienzan cuando los chicos de un coro se organizan como cazadores (curioso detalle casi humorístico) con la finalidad de matar a los abundantes cerdos que pueblan la isla. De hecho, el deseo de carne es el desencadenante de que se comience a dudar del liderazgo de Ralph, quien siempre está asesorado por el juicioso y orondo Piggy, y quien ha tratado de imponer unas normas básicas para organizar a todos los niños. Piggy, junto a la caracola y a la gran hoguera de señales, representan el orden y la cordura, y por ello no es de extrañar que los tres tengan un final prácticamente simultáneo. El tiempo atmosférico es otro indicio del sosiego inicial que se pierde cuando triunfa el salvajismo, ya que si hasta entonces había sido soleado y pacífico, hacia el final de la novela se vuelve turbulento y desapacible, con furiosas tormentas que baten la isla.

El Señor de las Moscas es en realidad una referencia al Mal que siempre acompaña al ser humano: ya tenemos pistas de su cercanía desde el comienzo, cuando algunos de "Los Peques" tienen pesadillas y temores sin fundamento racional acerca de la presencia de una Bestia en la isla. Una serie de desafortunadas casualidades magistralmente diseñadas por el autor irán convenciendo a todos los niños de la existencia real de esa Bestia, lo que conllevará catastróficas consecuencias.

En mi opinión, nos encontramos ante una obra maestra de la literatura universal (de hecho su autor recibió el premio nobel de Literatura en 1983), aunque más que una novela es una fábula moral que contiene sólidas reflexiones acerca de la infancia y la adolescencia, así como sobre la irracional capacidad autodestructiva del ser humano. Golding sabía muy bien de lo que escribía, ya que fue militar y educador a lo largo de su vida. Baste decir que en muchos episodios he visto reflejados aspectos que vivo a diario en mi trabajo en el Internado.

4 comentarios:

Peio García dijo...

Aún se me empinan los pelillos al recordar algunos de los pasajes de la pandilla de la caracola, y ahora que comienza la campaña electoral no veas la de similitudes que aparecen... jejeje, te dejo a tí que saques parecidos razonables, seguro que coincidimos en unos cuantos.
Por cierto, el primer premio literario que recibió el bueno de William Gerald Golding fué el Premio Nébula, compartido con...Dune!!
Si es que los de la sci-fi semos unos adelantaos...
Y a ver si quedamos y nos tomamos unos vinillos.

Anónimo dijo...

Un comentario muy interesante y ajustado.

Una sola reflexión sobre la naturaleza humana, la biología y "el ambiente psicosocial":

cuando un ser humano nace es en un 90 % naturaleza, biología. No digo un 100 % porque el feto ya oye desde el quinto mes de embarazo y eso tiene consecuencias demostradas: el idioma que más tranquiliza a un niño es el idioma materno, el que escuchó a su madre durante meses. Y 'reconoce' esa voz tras nacer, es la voz y el idioma que más le tranquilizan cuando se altera.

Luego, al nacer, ya entra en juego el 'mundo' que rodea al niño/a y a sus padres.

Por eso creo que el juego entre el bien y el mal comienza y afecta a todos incluso antes de nacer y se vuelve más evidente con los años. Y se manifiesta de un modo más claro en la infancia, con menos ocultación. Luego con más perfidia, malicia y cinismo, también con mucha mayor violencia.

Ya lo decía el hombre - profeta - Dios de carne y hueso: quien no sea como uno de estos niños no entrará en el Reino de los Cielos.

Benditos niños, que todavía pueden seguir siendo niños y todavía pueden hacerse adultos con almas conservadas en el amor de la infancia.

Anónimo dijo...

Debo reconocer que no he leído el libro, aunque lo tengo en la pila de novelas pendientes. He visto la película y me gustó mucho.
Sólo añadir una cosa: la tendencia al bien o al mal no depende sólo del individuo (de su carga genética y fisiológica y sus aprendizaje), sino que también y en gran medida del grupo del que forma parte.
Y otra nota para frikis: hay un capítulo de los Simpson que parodia este relato.

Anónimo dijo...

En mi opinión es la réplica perfecta a la obra de Jean Jacques Rousseau "Emilio o la Educación" y a ciertos moralistas decimonónicos que creían que el hombre nace bueno pero la sociedad lo pervierte. Independientemente que esto pueda suceder en ciertos casos, la esencia del ser humano es consustancial con la maldad como lo puede ser la bondad, y en circunstancias límite de necesidad o supervivencia suele evidenciarse lo peor, y en menor medida lo mejor, del ser humano. Una obra genial que nos hace reflexionar sobre la opinión popular que dice que los niños no son tan niños...,y que la naturaleza humana, con sus distintas pecurialidades, ya está latente en cada uno de nosotros desde que nacemos.